capítulo 2
doña Elvira
Recuerdas que eran las 11 am porque la noche anterior bebiste tanto alcohol como tu cuerpo lo permitió para poder despertar al sonido de tu alarma.
Te despiertas, abres los ojos y sientes como si te hubieran cocido los párpados, uno con el otro, cual víctima de un experimento o un transplante ilícito de órganos, ya que no logras abrirlos por completo. El dolor de ojos es insoportable por unos momentos hasta que el dolor proveniente de otro lugar sobrepone al primero. La garganta la sientes tan reseca que piensas que te desangraras si intentas emitir algun tipo de sonido o pasar saliva, la cual abandonó tu cuerpo desde hace horas producto de tu deshidratacion. Tus manos tiemblan sin control y recuerdas a pacientes con mal de Parkinson, a tu abuelo en sus últimos meses de vida.
Esta vez bebiste de más, otra vez despertando con la misma ropa de anoche. Solo te colocas tus botas de piel café y sales a buscar el desayuno, al mismo lugar de siempre.
El lugar al que siempre vas es un pequeño local de comida casera que se encuentra dentro de una gran plazoleta. En esta también se encuentra una antigua iglesia y una moderna funeraria, una frente de la otra, perpendicular al local donde te encuentras.
El malestar general, producto de los efectos secundarios de la intoxicación alcohólica, se acentúa con el pensamiento que te transmite el espectáculo que miras a travás del gran cristal de la ventana donde te encuentras sentado, intentando desayunar.
Frente al local del desayuno se encuentra un puesto de boleado de zapatos, donde más de 4 hombres bolean zapatos a personas que se encuentran ausentes sumergidos en grandes páginas que componen un periódico.
Con tu vista por encima del boleador de zapatos observas la entrada de la iglesia y a plena vista desde el local donde desayunas, se encuentra el auto carroza detenida esperando.Esperando por aquella persona que hasta ayer había emitido su último aliento, quizás su ultima palabra, su última manifestación de comunicación a otro ser humano.
Esperando por quien hasta ayer se preocuparía por cosas banales de la vida. Pagos por hacer, compras que realizar y compromisos que atender. Esperando por quien, hasta el día de ayer, batalló contra la muerte a causa de alguna enfermedad terminal o un terrible accidente.
Cada mañana, mientras desayunabas, te daban unas incontrolables ganas de entrar a la iglesia y volverte espectador de la escena en la cual los participantes eran los actores de este peculiar espectáculo. Querías observar para así poder determinar, a partir de quien lloraba más o quien tenia la mirada mas ausente, era el ser mas allegado al difunto. Observando a la persona que más lloraba, o cuya mirada denotaba la pérdida del alma, podrías saber si la difunta habría sido una abuela, una madre, una hermana o una amiga. Querias conocer a ESA persona, aquella cuyo ser querido había decidido partir repentinamente para abandonarla en el olvido y dejar el vacío en el interior de su alma.
Por supuesto que tu no creías en la existencia del alma.
Se te viene a la mente la imagen del evento social en aquel pueblo que visitaste en donde “el muertito” yace en el piso, aún portando la ropa exacta que vestía al momento de perder la vida, aún con rastros de emanaciones de sangre. Lo observas en tus diapositivas fotográficas mentales. Observas al difunto y los ladrillos que dispusieron como almohadilla para su cabeza, mientras todos lo velan dentro de la misma casa donde, hasta el día anterior, aún comía, dormia y hacía el amor a la esposa que ahora cargaría la marca de la viudez.
Mi abuelo siempre decía que el café que servían en los funerales era preparado con la misma agua con la que lavaban al difunto. En tu recuerdo de aquel muerto que yacía sobre los ladrillos, bebías el cafe a sorbos discretos, dudando y tratando de borrar el relato de tu abuelo que permanecía en tu mente.
Desayunar cada mañana en primera fila de este espectáculo te hacia reflexionar y poner las cosas en perspectiva. Situaciones así te hacen masticar más despacio la comida por miedo a morir atragantado o asfixiado. Te hacen pensar en el hígado o riñón los cuales sometes a tremendas cargas de alcohol por tantos años. Te hacen pensar en tu corazón, esa bomba natural pulsando con ritmo y de repente fallando, deteniendo el bombeo de sangre y evitando que llegue a tu cerebro. Te hacen pensar que si eso último sucediera, una vez cayendo al piso, muerto, tu serias el próximo protagonista de ese espectáculo diario de cada mañana. Te hacía pensar que alguien mas te observaria, así como tu observas ahora el espectáculo de esta mañana. Te hacía imaginar que muchas personas te observarían dentro de una caja y quizás algunas tendrían la apariencia como de quien ha perdido el alma. La mirada de una persona devastada, desolada, perdida.
Imaginas la cantidad de flores que te llevarían ahora que tu cuerpo yace inerte y sin vida, pálido y maquillado dentro de esa caja. Recuerdas la cantidad de flores que recibiste en vida y con ese recuerdo tus pensamientos toman una ruta peligrosa y ahora recuerdas la cantidad de flores que regalaste a otras personas, a otras mujeres, a tus amantes.
Recuerdas también la razón por la que regalabas flores. Sientes un gran nudo en la garganta porque los recuerdos aun son muy reales, muy palpables. Esos recuerdos están ahí contigo, acosándote y descargando dosis de culpa constantemente. Si, es verdad, tu juez interior es muy fuerte y te castiga constantemente. Te castiga porque sabes que actuabas motivado por la culpa. Regalabas flores que comprabas, pero no intercambiabas dinero por flores, si no dinero para librarte de culpa. Intercambias dinero para comprar perdón.
Y dabas esas flores con la esperanza de obtener el perdón absoluto sin caer en cuenta que no existía jardín suficientemente grande que te permitiera obtener el mayor ramo de flores para lograr obtener el perdón de la persona que mas necesitabas. Buscabas obtener el perdon de esa persona que todos los días te mostraba el lado mas espantoso de su ser, el amor transformado en odio que hacía que recibieras letales dosis de culpa.
La mesera del local se acerca y te hace volver a la realidad y te pregunta si deseas algo mas.
Si, contestas para ti mismo.
Un poco de perdón, un poco de liberación de culpa y un poco de paz interior.
(Dame un poco de perdón,
dame un poco de liberación de culpa,
dame un poco de paz interior).
Le respondas que te traiga la cuenta y pagas la misma cantidad que pagas todos los días. Al salir, permaneces de pie en la plazoleta, camuflajeado entre todos los dolientes para poder observar el espectaculo de más cerca.
Observas a 6 de los allegados cargar el féretro con esfuerzo y bajar las escaleras del recinto principal. Bajan las escaleras con esfuerzo debido al peso del féretetro. Lo colocan dentro de la carroza, aquel vehiculo el cual es custodiada por el chofer quien portaba su uniforme y sombrero y un auricular manos libres en el oído izquierdo.
Te quedas observando porque este es el momento culminante, el momento más emocionante del día. Observas en su totalidad al resto de invitados de este último evento social de doña Elvira al salir de la Iglesia. Observas a los jóvenes que no pierden la oportunidad de lucir sus mejores vestimentas cual evento de moda. Observas a las mujeres que portan sus faldas cortas y lucen sus relucientes piernas bajo medias largas en forma de malla. Comienzas a sentir ansiedad y la ansiedad se convierte inmediatamente en un impulso incontrolable de libido. O quizáa el libido se convierte en ansiedad. Sientes el deseo incontrolabe de acostarte con la primer mujer que se cruce tu camino. Con estos impulsos que invaden tu ser, terminas de observar el espectáculo final: el cuerpo de doña Elvira se despide y se dirige hacia su ultimo destino, su ultima morada.
Regresas a tu apartamento y te quitas toda la ropa para poder meterte a la cama. Cierras tus ojos y el contacto fresco de las sabanas con tu cuerpo te hacen sentir relajado y aliviado. Tu mente evoca el espectáculo matutino que acabas de presenciar. Con la imagen de las bellas invitadas en sus cortas faldas y sus bellas piernas, te quedas dormido.